PIZARRAS DE AGUA -POEMAS
He llegado a la fuente,
y la fuente era un suelo de arena,
Su corriente de agua, sin embargo,
se filtraba
He llegado a la fuente lejana de esa niña,
a la blanca mansión deshabitada,
donde pastan las vacas de la noche
y se oyen perros
rozando los arroyos.
Ungida en agua
Correr por los jardines de los trece años,
jadear
por oscuros arriates aquellos versos
y ser princesa
con tu lápiz de labios y aquella blusa
que marcara tus pechos incipientes.
Correr
apretada a algún chucho la tristeza
de tus horas inciertas, agarrarte
a sus pulgas terribles y ser un cuento,
sin saberlo, tristísimo, de Dickens.
Mirarte siempre entre papeles
de loca muchachilla ungida en agua
sabiéndote distinta, tan extraña
y oculta tras la risa alada de tu boca.
Azul
Dentro de mí hay un color
azul, así tus ojos.
Un escriba
de luz como un orfebre rescatando
el hilo genealógico en un cuento
nacido del arrullo de otros cuentos
donde tú,
asomas tu desnuda transparencia
y te deshaces
detrás de los recuerdos entre eslabones
de tus vidas pasadas que son mías.
Desentierro
El gen a toda nuestra estirpe y veo el hueco
de tus ojos azules
entre los pardos verdes del abismo.
A mi madre
Si el río de Cartuja fuera de vino
cuántos borrachos hubiera por el camino.
(Canción popular)
El río de Cartuja
De niña me enseñaste este romance.
Me enseñaste
a preñarme de azul en los olores
acuíferos de un río,
a tocarnos las manos,
a silbar las canciones olvidadas.
La vida, entonces, era un rosco
con aroma a verano y a canela,
un trocito
de abrazo en los sabores
de tus ollas inmensas.
Hoy el río de Cartuja es tu morada,
y el eucalipto
donde escribo tu ausencia
un arco iris. Así tu reino
de los muertos está en mis manos
cada vez que modulo
tu nombre y te recuerdo
vagando por las lindes de ese río
donde fuiste dichosa,
una mañana eclipsada de agosto.
Voy por tu cuerpo como por el mundo
Octavio Paz
Imágenes de orillas
Juntar los dedos
ver las sombras orando los abismos.
Sentir
el roce de unas manos y el amor
mostrando la silueta,
abriéndose en las charcas,
rumiando,
inflándose de lluvia en cada beso.
Adicto -el amor adicto-
siervo titulado de otras aguas,
otro mar, otro río. Siervo
también de la cascada
oblicua de algún vientre
repartido en fecundas tonadas de silencio.
Imágenes de orillas, así el amor…
ocultos obeliscos para un verso,
salvado…
La luz
La luz era el principio y las tinieblas
un reino movedizo de manzanas.
Con luz, la voz
inmune,
acaso, ese danzar
solo de lluvia,
o bien, ese soñar
trenzado inútilmente.
Orgasmos deliciosos, sea la luz,
digamos que racimos
de agua y fuente;
racimos portentosos de esperanza
un beso
en la oquedad
de todos los arroyos donde nazco
a la luz de ti.
Agua
Cubrirte de fuente,
ser agua que mana, fluir
por los acantilados breves
de toda la memoria.
tocar
los cuatro elementos,
dispersarte,
sentirte árbol,
en la metamorfosis, rama,
tigre, barro, hoja, hormiga…
en este discurrir la vida,
sin principio, sin fin,
tan sólo esfera
en una simple gota
de agua pura.
El mismo mar
El mismo mar
la misma lluvia hendida de misterio…
Paseaba entre libros y viajaba
escrutando sirenas
y deidades.
Y el mismo mar en mí,
el mismo asombro en las pisadas,
el mismo amor
aferrándose al cuarzo de las rocas
al salitre impoluto de mis ojos.
Así las letras,
las pizarras de anhelos, los papiros,
así los monstruos
inscritos entre las piedras. La sombra
del círculo y el caos,
la misma fuente hilando el tiempo,
el mismo ser o no ser, el mar,
el mismo mar en mí.
Toda la noche he dormido contigo
Junto al mar, en la isla
Pablo Neruda
Xlendi-Isla de Gozo
Desde la ventana del hotel San Andrea,
más allá del balcón de las palabras,
del cofre de las dudas y del misterio, la montaña
rocosa de la isla es la que habla.
El silencio se puebla
y legendarias historias van hilando
las rompientes de olas,
trasmitiendo,
a través de un secreto lenguaje
el arcaico legado de esos seres
titánicos y lejanos que fundaron
lo que hoy, son los restos antiguos de estos templos.
Espirales de sueños,
pequeña geometría labrada en la fecunda semilla
de las fuentes.
Como el sueño de Venus, todo Gozo
perpetraba en la fruta de la fértil manzana.
Así la isla la sentíamos entonces.
Como el verso heroico de las cuevas,
las guirnaldas de piedras disecadas
o las laderas de voces en los rupestres
y oscuros pasadizos
de una historia ya enterrada.
Agarrarse a los ecos,
al lenguaje no hablado de un entorno,
al camino del barco,
a la silueta del bronce y de las uvas.
Agarrarse
a esa extraña geografía, a la argamasa
de todo este misterio,
a la ruina victoriosa del caos.
E ir
más allá del reino del olvido,
más allá de Odiseo y de la ninfa Calipso,
observar
esa región nebulosa de muertos; la antesala
de turbias catacumbas… y ese vano
empeño de de los hombres de escribir la historia,
perpetuarla,
como si fuera tan fácil desterrar el óxido
Imágenes de orillas
Juntar los dedos
ver las sombras orando los abismos.
Sentir
el roce de unas manos y el amor
mostrando la silueta,
abriéndose en las charcas,
rumiando,
inflándose de lluvia en cada beso.
Adicto -el amor adicto-
siervo titulado de otras aguas,
otro mar, otro río. Siervo
también de la cascada
oblicua de algún vientre
repartido en fecundas tonadas de silencio.
Imágenes de orillas, así el amor…
ocultos obeliscos para un verso,
salvado…
La luz
La luz era el principio y las tinieblas
un reino movedizo de manzanas.
Con luz, la voz
inmune,
acaso, ese danzar
solo de lluvia,
o bien, ese soñar
trenzado inútilmente.
Orgasmos deliciosos, sea la luz,
digamos que racimos
de agua y fuente;
racimos portentosos de esperanza
un beso
en la oquedad
de todos los arroyos donde nazco
a la luz de ti.
Agua
Cubrirte de fuente,
ser agua que mana, fluir
por los acantilados breves
de toda la memoria.
tocar
los cuatro elementos,
dispersarte,
sentirte árbol,
en la metamorfosis, rama,
tigre, barro, hoja, hormiga…
en este discurrir la vida,
sin principio, sin fin,
tan sólo esfera
en una simple gota
de agua pura.
El mismo mar
El mismo mar
la misma lluvia hendida de misterio…
Paseaba entre libros y viajaba
escrutando sirenas
y deidades.
Y el mismo mar en mí,
el mismo asombro en las pisadas,
el mismo amor
aferrándose al cuarzo de las rocas
al salitre impoluto de mis ojos.
Así las letras,
las pizarras de anhelos, los papiros,
así los monstruos
inscritos entre las piedras. La sombra
del círculo y el caos,
la misma fuente hilando el tiempo,
el mismo ser o no ser, el mar,
el mismo mar en mí.
Toda la noche he dormido contigo
Junto al mar, en la isla
Pablo Neruda
Xlendi-Isla de Gozo
Desde la ventana del hotel San Andrea,
más allá del balcón de las palabras,
del cofre de las dudas y del misterio, la montaña
rocosa de la isla es la que habla.
El silencio se puebla
y legendarias historias van hilando
las rompientes de olas,
trasmitiendo,
a través de un secreto lenguaje
el arcaico legado de esos seres
titánicos y lejanos que fundaron
lo que hoy, son los restos antiguos de estos templos.
Espirales de sueños,
pequeña geometría labrada en la fecunda semilla
de las fuentes.
Como el sueño de Venus, todo Gozo
perpetraba en la fruta de la fértil manzana.
Así la isla la sentíamos entonces.
Como el verso heroico de las cuevas,
las guirnaldas de piedras disecadas
o las laderas de voces en los rupestres
y oscuros pasadizos
de una historia ya enterrada.
Agarrarse a los ecos,
al lenguaje no hablado de un entorno,
al camino del barco,
a la silueta del bronce y de las uvas.
Agarrarse
a esa extraña geografía, a la argamasa
de todo este misterio,
a la ruina victoriosa del caos.
E ir
más allá del reino del olvido,
más allá de Odiseo y de la ninfa Calipso,
observar
esa región nebulosa de muertos; la antesala
de turbias catacumbas… y ese vano
empeño de de los hombres de escribir la historia,
perpetuarla,
como si fuera tan fácil desterrar el óxido
invencible que es el tiempo,
esa boca tenebrosa de Cronos
A Gabriela Mistra
Pizarra de agua
Yo tengo una palabra en la garganta,
una pizarra
de agua entre mi lengua, la demencia
de un sueño, tengo, entre mis labios.
Estaciones de un valle perdido en un fonema,
y un poema que baja por mi sangre.
Por mi loco aliento, sé que está la marca
las señales de todo lo vivido,
a veces
el andén del miedo está en mi boca…
Y, como locas muchachas enroscadas
en el tracto inicial de la inconsciencia,
tengo
la palabra pastando,
un arroyo
prendido en un lagar
donde fluyen los niños.
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