Ella camina por una ciudad antigua. Una ciudad antigua y venerada, cuya historia se lee en los libros. Una montaña de libros que se apilan como un hermoso fósil o un obelisco.
Ella camina. Otra mujer que va con ella guía sus pasos, le habla de esa piedra oscura,
centenaria que cubre el pavimento en pequeños rectángulos; Sanpietrini se
llama…
Ella le advierte el daño producido en sus
rodillas. Caminar Roma no es sencillo para quien cumple años que se apilan como
libros parlantes en cada hueso, en cada músculo de sus piernas inquietas.
El Sanpietrini derrota al caminante que se empeña en subir colinas. Siete hay en Roma y todas guardan en su interior un verso o un poema, cuyas vistas, ritmo y cadencia va encantando al viajero.
Las rodillas son otra cosa. Ellas aguantan, esperan y se conforman...Una
parada en la Plaza España es suficiente para tomar fuerzas. Una cerveza como
suero; la Peroni no está mal, allí, entre turistas. Un descanso
ante tanta belleza recordada, un poco de evasión, tras tanto impacto de
historia y arte atravesando sus venas.
Porque no puede ser igual el pulso tras el
recuerdo antes visto de esa otra plaza; La Plaza Navona...así tal como ella la
vio; temprano sin apenas turistas, antes de que el sol, joven y fuerte
venciera a la luna como cantaba Loles. Al amanecer ella vio la plaza de las
Tres Fuentes; la plaza Navona que no cesa en su delirio. Hechizada en un
amanecer nunca visto. Su forma oval es la misma -dice la joven mujer- a la del
circo romano que bajo sus pies la sustenta. Majestuosos palacios y una
iglesia la circunda..
Las Fuentes; no
una, sino tres, como las tres Gracias o las tres Virtudes, allí, mostrando
exuberancia y belleza. Justo en el centro -la mujer le dice- ésta La Fontana
deiquattro Fiumi; Fuente de los Ríos. Representa a los cuatro grandes
ríos. Unos gigantes esculpidos en piedra blanca que resulta ser el Ganges, el
Danubio, el de la Plata y el Nilo.
En el centro; amo y
dueño: el dios Neptuno y un obelisco mirando al cielo, como invitándote a
ascender.
La cerveza está
fresca y rica, tras tanto derroche de hermosura. Mientras las rodillas reposan,
ella piensa en esos otros pintorescos y pequeños rincones menos visibles al
turista, pero que ella ya conoce.
Ella entonces coge
el cuaderno de viaje y empieza a escribir. Escribe lo que le viene a su mente.
Una mente que ahora discurre extraña; imágenes caóticas, visiones que se
arremolinan, pequeños fulgores que suscitan alguna reflexión.
Apenas tiene tiempo
de escribir. Ahora no es tiempo de escribir, se dice, es tiempo de
sentir. Y mira el rostro joven de esa otra mujer que está a su lado. La observa
y sabe que al igual que ella, algo en su interior la mueve. La ve dichosa de
ser por unos días su lazarillo, su guía, su cicerone... Bien conoce la ciudad,
sus entresijos. Conoce el idioma y a sus residentes, pero también está de paso,
y eso en cierta forma la entristece. Por eso las dos mujeres ríen y se sienten
dichosas y agradecidas.
Roma es peligro de caminante, le dijo la mujer joven. También ella sabía
de la existencia de ese libro del poeta Rafael Alberti, ese libro
escrito, como otros muchos en el exilio y que refleja en versos un trozo de su
vida vivida en la Ciudad Eterna.
Por eso, allí en la
escalinata de la Plaza España, divertida, viendo el transitar de los turistas,
recuerda ese primer día de su llegada a Roma en su visita al Trastevere. Su etimología:
Detrás del río Tevereo Tiber -le dijo- Allí está la esencia del ser
romano y allí, en una buhardilla es que pintaba y escribía sus versos el
ilustre poeta gaditano. Entonces, recuerda, era el primer día de su llegada y
sus rodillas estaban intactas. Aún no se había desatado sus piernas en un ir
para allá de asombros.
Era de noche y de
noche todo cambia. -Mañana saldremos al amanecer para que goces y veas las
estrechas y recoletas calles-
Ahora, de noche es una feria: gente de toda procedencia se congregan; bohemios, intelectuales, gente joven, estudiantes y turistas atiborran las calles y las plazas.
Y esa mañana ella se adelantó a su tiempo. Morfeo sabía esperar y antes del amanecer ella escribía, escribía...
Desconfiada era de
su memoria. Se acordaba de Giulia, esa pequeña de solo ocho años que la joven
mujer le presentara. Lleva menos de un año cuidándola, ayudándola en los
deberes, conviviendo junto a su familia. Una familia que se empeña en invitarla
a cenar el primer día de su llegada, en hacerle probar el vino rosado y
espumoso que sabe, se descorchó en su honor.
Ella probó la
exquisitez del vino y del aceite. Degustó la comida, esa comida de bienvenida y
dio mil gracias por tantos honores con que fue tratada.
Como prenda le regaló dos libros de su propia autoría: Pisadas sobre lienzo para Ricardo y Silvana y Horquillas en la ventana para la pequeña Giulia que con inmensas muestras de afecto supieron recibir. Luego el piano sonando las notas aprendidas, los acordes que la pequeña Giulia quería mostrar a la recién llegada.
El agua, ese elemento principal, que el filósofo griego, Tales de Miletos, pensara fuera el arché o principio y generador de toda vida, abunda en la Ciudad Eterna. Multitud de fuentes de agua potable encontraban ellas a su paso.
-Éstas que ves, de apariencias sencillas y cilíndricas se la conocen con el nombre de Nasone, cuya etimología proviene de nasal- le dijo. Se fundamenta en esos dos pequeños orificios; una boca más grande en la parte inferior donde ellas llenaban las botellas que llevaban en sus bolsos.
Si la intención es beber de la fuente, y no llenar la botella, solo habría que tapar con el dedo ese orificio inferior y el agua sale disparada hacia arriba por el otro orificio en un chorro fino donde posar los labios, abrir la boca se hacía fácil y se hacía grato, para así saborear tan fresca y preciada agua.
Todo eso recordaba ella en la escalinata de la Plaza España.
Sentada en un lugar de sombra y observando esa otra hermosa fuente, menos fastuosa que la de Trevi o la de la Plaza Navona, pero no por eso menos bella e inspiradora; La Fontana de llaBarcaccia (fuente del barco roto) se llama la fuente que a los pies de la escalinata contemplaba de lejos. Fue diseñada por el padre de Bernini ,dijo la joven, orgullosa, que no cesaba de mostrar todo aquello cuanto sabía, ejerciendo a la perfección, como buena historiadora del arte, su labor de guía.
(Fragmento del cuaderno del viaje a Roma, Primavera 2015)
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